Saturday, January 21, 2012

Rubén Darío y sus lecciones de modernidad


Discursos transversales: la recepción de Rubén Darío en Nicaragua”, de Erick Blandón




Por Leonel Delgado Aburto

Tomado de Nuevo Amanecer Cultural, El Nuevo Diario, 21 de enero de 2012

Discursos transversales: la recepción de Rubén Darío en Nicaragua” (2011), de Erick Blandón, es un aporte fundamental a la biografía intelectual de Darío. La observación histórica de cómo ha sido interpretado el poeta nicaragüense en los círculos intelectuales nacionales, tiene la cualidad de marcar varios puntos de origen en esa recepción, todos significativos y estructuralmente integrados, pero, además, de ir más directamente al Darío histórico para evidenciar las vitales contradicciones entre sus discursos y prácticas intelectuales.

Uno de los aportes fundamentales de Blandón, es mostrar que este “origen”, esta “emergencia” de Darío aparecen marcados por la heterogeneidad. No basta ya con proclamar el nacimiento mesiánico de Darío en la Belén-Metapa de la leyenda nacional. Al contrario, los nacimientos de Darío son múltiples. Es el del intelectual integralmente moderno que se inserta en la cultura cosmopolita, pero también es el del joven liberal que se forma en disonancia con las luchas subalternas de los pueblos originarios.

Blandón muestra, en efecto, la tensión entre el ingreso discursivo de Darío al espacio público y la labor secularizadora del proyecto nacional, una tensión cuyo punto más álgido es la llamada “guerra de los indios” de Matagalpa en 1881, pero que en realidad se puede constatar en las luchas de diversas comunidades indígenas a lo largo del país en el momento que se impone una modernidad no democrática.

Esta coyuntura que ha sido remitida por la cultura dominante al silencio social, devendrá originaria de lo nacional mestizo.

El punto originario se diversifica en el uso estratégico que Darío da a su nombre, su fama, y los discursos de los medios periodísticos (otra cumplida demostración de Blandón al leer el affaire de Darío y el Centenario mexicano), así como con su afiliación liberal dentro del proyecto de Zelaya y su anti-intervencionismo. Pero, además, los discursos de la recepción nacionalista marcan también un “origen” en que se intenta petrificar la ambigüedad ideológica, estética y política dariana en que se quiere fijar su proverbial deslocalización y su vagabundeo por los centros y márgenes de la modernidad.

Blandón maneja, pues, en su ensayo, en alta tensión dialéctica, la cuestión de la formación intelectual del propio Darío, así como la baja pasión de la recepción nacionalista. No es que haya tras de la figura de Darío nada más que discursos sobre discursos en una puesta en abismo textual barthesiano, o como en ataque de infantilismo posmoderno podría proclamarse. Al contrario, este ensayo muestra cómo significados históricos fundamentales intervienen constantemente la mera petrificación discursiva del Darío canónico nacionalista.

En este sentido, el ensayo de Blandón podría ser leído como una politización estratégica de Darío, en el sentido de reconstitución de una figura intelectual que incluye y reafirma de manera decidida su ambigüedad histórica, política y estética.

Darío como paradigma intelectual

Esta reconstitución nos muestra a un estratega intelectual actuando dentro de las prácticas e ideologías de su época, condicionado por ciertos indicios históricos ineludibles. Es el “inteligente joven pobre” a quien en 1882 el Presidente de la República ofrece una beca, recibiendo así, explica Blandón, “su primer revés político”, pues era su deseo salir de Nicaragua. Es también el intelectual ya constituido que sabe usar el escenario público para encarnar diversos papeles (el diplomático, la celebridad literaria, el poeta), en una clara. enunciación avant la lettre de lo que a finales del siglo XX Néstor García Canclini, pensando en Borges, llamará “laboratorio irónico”.

A través de entuertos variados, compromisos políticos decididos, pactos intelectuales estratégicos, armonización de figuraciones de su propio yo que resultaban contradictorias, Darío se alza como paradigma que se puede comparar y, sobre todo, contraponer sin prejuicio provinciano o patriotero a las personalidades canónicas de la modernidad latinoamericana.

Hijo de un tiempo en que imperaba la personalidad y lo que él mismo llamaba, en su ensayo sobre Marx Nordau, “Los cultivadores del yo”, Darío como sus coetáneos intentó la experiencia radical de la individuación y recaló en la identificación regional al reconocerse como latinoamericano.

En este sentido, confrontó de manera problemática la cuestión de la modernidad y la identidad (incluso la identidad nacional, sobre todo a partir de su afiliación con el proyecto de Zelaya).

De la lectura del ensayo de Blandón se desprende, sin embargo, que este engarce entre personalidad e identidad, o entre intelectual y nación no es todo lo terso que se ha creído, y siguen creyendo los círculos letrados. No existe una homología entre intelectual y nación.

De hecho en la escasa literatura ensayística del país (más escasa aún la que es de alta calidad) se sigue tomando a Darío como paradigma intelectual nacional, entendido como tautología claramente ideológica del mestizaje; es decir, fijado como origen del momento fundacional en que se “borra” la “barbarie” de los pueblos originarios y afroamericanos. Es el punto recogido luego por la vanguardia granadina para fundar la nación intelectual, cultural y literaria, y que Blandón ya ha analizado en su anterior ensayo Barroco descalzo.

En consonancia con aquella exploración, Blandón ofrece ahora una cuidadosa y clara lectura del mestizaje como ideología reconciliadora de índole conservadora que inventa a un Darío a la medida de sus deseos.

La localización de la emergencia intelectual de Darío en un proceso de modernización signado por la colonialidad del poder, descoloca ese modelo intelectual que se le ha atribuido de manera ideológica y que podría ser caracterizado, como hace Jorge Aguilar Mora frente a la intelligentsia mexicana, como una confusión de “la voluntad de poder con la voluntad de dominio”.

El ensayo de Blandón suscita, por lo tanto, consideración sobre cómo los intelectuales nacionales confunden la fundación y reafirmación de lo nacional con el ejercicio del poder político, y del poder sin más. Un fenómeno muy claro, tanto en el momento de ascenso del dictador Anastasio Somoza García, cuando los vanguardistas fundamentan la necesidad de la dictadura y sueñan con manipular al hombre fuerte, como en el momento del triunfo revolucionario de 1979 cuando los intelectuales hacen más por ejercer el poder que por fundar instituciones culturales realmente críticas.

En esas redes de poder y desde esa lógica de dominio, es que el fantasma de un Darío que hace propaganda del mestizaje, y un hispanismo profalangista aparece reafirmando algo que no estuvo en los supuestos ideológicos e intelectuales del Darío histórico. Para ver esto es preciso, como lo hace Blandón en su ensayo, ir a la historia intelectual para extraer una interpretación nueva que hace justicia a un Darío mucho más ajustado a su propia verdad y contexto.

La escritura avizorada


Como no podía ser menos, la separación entre el Darío histórico y el ideologizado por el nacionalismo, se constituye para Blandón en una operación escrituraria. Justo es destacar el delicado equilibrio entre escritura e interpretación que esta relectura del Darío intelectual conlleva. Son páginas que se disfrutan gratamente, mientras alumbran con afán y lucidez episodios clave de una genealogía formativa en que se redescubre a Darío tras la pátina de la repetición nacionalista.


Se trata de un afán escriturario y plástico que parece poner atención a algo que Octavio Paz no se cansó de reafirmar: que la operación prosódica de Darío y los modernistas es en sí una lección de modernidad. Este punto es abandonado frecuentemente en la disciplina del paper académico, pero recuperado en todo su potencial en una escritura ensayística como la que Blandón propone.

Como ha expuesto Martín Cerda en su “ensayo sobre el ensayo”, esta forma escrituraria de fundamental aspiración crítica ha acompañado la historia de la modernidad, a veces desde los oscuros márgenes a que la han remitido los autoritarismos. Y quizá vale la pena recordar, que si bien en el nacionalismo han confluido las grandes ideas emancipatorias de la modernidad, lo han hecho también en los tonos marciales e intolerantes que todos sabemos.

El Darío sepultado con honores de Ministro de Guerra alegoriza bien esa intromisión castrense del Estado y los intelectuales conservadores que se niegan a reconocer los espacios de autonomía intelectual y artística por los que Darío dio una batalla infatigable.
En este sentido, el sometimiento nacionalista de Darío no es simplemente un designio o un destino, sino un problema intelectual y un dilema crítico. Diríase que la fuerza crítica que el propio Darío marcó a través de su obra, y destacadamente en sus crónicas, requiere una recolocación escritural en que se piense y se articule la modernidad como problema.
Es el camino avizorado entrecortadamente por Ángel Rama al terminar su ensayo sobre la Poesía de Darío. Es, asimismo, el camino en que se coloca este libro de Erick Blandón que advierte un pensamiento más radical al enfrentar críticamente al intelectual que fue Rubén Darío

Universidad de Chile.

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