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Saturday, January 7, 2012

Rubén Darío ¿Un perseguido político?

“Discursos transversales”, nuevo libro de Erick Blandón, será presentado este viernes 25 de noviembre a las 6 p.m. en el auditorio de la Biblioteca “Roberto Incer Barquero” del Banco Central

Por Erick Aguirre.


El Banco Central de Nicaragua acaba de publicar un nuevo libro de ensayos de Erick Blandón: “Discursos transversales. La recepción de Rubén Darío en Nicaragua”; un texto que nos da, no sólo señales, sino pautas muy bien delineadas para una nueva forma de pensar o concebir a Rubén Darío como intelectual y como figura emblemática en la historia y la literatura de Nicaragua.

Si se quiere, este libro plantea una forma más radical de enfrentar o interpretar críticamente al intelectual plenamente moderno que fue y sigue siendo Rubén Darío, pues, como el mismo autor lo postula, por más que las visiones y discursos establecidos parezcan muy arraigados, más temprano que tarde han de producirse otras formas de recepción que generen una nueva perspectiva y un nuevo discurso capaz de reconocer al escritor nicaragüense como un intelectual de múltiples rasgos y perspectivas saludablemente variables y simultáneas.

Según lo expresó el mismo Blandón a este cronista, “se trata, por un lado, de una aproximación genealógica que busca en el origen a un Rubén Darío múltiple, en los variados personajes que él mismo construyó siguiendo diferentes guiones, según fueran los escenarios en que debió actuar; pero también al Darío que esculpieron en piedra sus receptores, convirtiéndolo en paradigma de una identidad nacional excluyente”.

-¿Suscribirías la afirmación de que “Discursos transversales” es hasta ahora la propuesta más radical para interpretar críticamente a Darío?

“No estoy seguro de que yo pueda suscribir esa valoración. Simplemente parto de lo que denomino la violencia epistémica en la que se formó el adolescente Félix Rubén García Sarmiento, cuando en Nicaragua se estaban fundando las bases de la modernidad capitalista, mediante el exterminio de las castas indígenas y sus culturas orales, y cuando se entronizaba la cultura escrituraria con la imposición de patrones europeos. Es la denominada lucha de la Civilización contra la Barbarie, que dejó como saldo centenares de indígenas muertos, y el despojo de sus tierras comunales. Trato de visualizar, en aquella tensión étnica, el lugar desde el que se pronuncia el joven de catorce años, quien por entonces empieza a llamarse Rubén Darío. Visualizo su relación difícil y contradictoria, desde entonces, con el poder que por un lado lo atrae y por otro lo ultraja, una constante que no cesa hasta su muerte”.

Según Blandón, en este libro ha tratado de inferir, en el momento de la recepción de la obra de Darío, las ideas, intereses, posicionamiento y horizontes de quienes hacen esa lectura o recepción, después de la década del veinte. “Ahí se identifica un nuevo capítulo de violencia epistémica”, afirma.

“Es cuando los jóvenes reaccionarios del Movimiento de Vanguardia postulan el retorno al régimen colonial con todas sus implicaciones políticas y culturales, dentro de un proyecto mayor: la reconstrucción del Imperio Español bajo las banderas del falangismo. De nuevo ondean las divisas de la Civilización versus Barbarie, pero ahora desde una perspectiva anti-moderna. Con esa impronta fascista, los muchachos del Movimiento de Vanguardia fundan los cimientos ideológicos de la dictadura militar en el país”.

Para Blandón, esa tradición crítica ha estado vigente hasta hoy. “Las formulaciones que sobre el pensamiento cultural y las ideas políticas de Darío hicieron en su juventud, entre otros, Pablo Antonio Cuadra y Julio Ycaza Tigerino, son las bases sobre las que se ha construido el canon cultural en Nicaragua, y el que se repite con apenas tenues actualizaciones. Si acaso hay algo nuevo, son variaciones de esos discursos. Por ejemplo, el de René Schick en 1966, o el de Edgardo Buitrago en esa misma década, lo demás ha sido tautología llana sobre el mestizaje, la identidad nacional, y otros discursos, que ya son piezas del museo de las ideas; porque, como casi todo lo que produjeron las vanguardias de entre guerras, tanto en Europa como en América Latina, los discursos de los años veinte y treinta de los vanguardistas nicaragüenses, no resisten el aire del tiempo. Ojo, me estoy refiriendo a la crítica cultural que ha estudiado las ideas de Darío, no a la filología”.

Presentación de Discursos transversales. La recepción de Rubén Darío en Nicaragua

Discursos Transversales. La recepción de Rubén Darío en Nicaragua, presentado en el auditorio de la Biblioteca del Banco Central de Nicaragua el pasado 25 de noviembre del 2011. Texto tomado del Foro Nicaragüense de Cultura.
 


Quisiera evitar la platitud que dice que a un libro lo engendra otro y que al final todos son sólo parte del mismo que es el único; pero estas páginas son en más de un sentido una continuidad de la modesta refexión crítica que emprendí en Barroco descalzo (2003).

Lo son no sólo porque ahí se halla el capítulo seminal que ha dado origen a las aproximaciones que aquí realizo sobre la recepción de Rubén Darío en su país de origen, su relación difícil con los poderes reales y simbólicos, y la textualidad que su lectura generó en la construcción de los discursos de la nacionalidad y la identidad cultural.
Yo había optado por concentrarme en las tradiciones orales y performativas de origen colonial, haciendo especial énfasis en la ? esta colonial, en El Güegüense y El Torovenado; así que reservé el cuarto capítulo de Barroco descalzo a la cirugía estética practicada sobre la ? gura y obra de Rubén Darío, y al signi?cado de las ceremonias de su funeral.

Entonces comprendí que debía dedicar mayor atención al discurso del Movimiento de Vanguardia y la canonización católico/nacional de Rubén Darío, y hacer una distinción entre lo que él entendía por mestizaje y la elaboración de los vanguardistas, y en el año 2006 inicié la investigación con los resultados que aquí ofrezco, y con los cuales asumo que he completado la genealogía cultural que inicié en aquel libro.

El trabajo investigativo me llevó más allá de las hemerotecas y bibliotecas a sondear estados de opinión mediante encuestas, entrevistas formales e informales, correspondencia electrónica, y especialmente pláticas con un vario número de personas cuyo decir escuché siempre con gran respeto.

Imposible nombrar a la totalidad de quienes con su sabiduría o información me aligeraron los deberes. Ellos y ellas saben que soy de las gentes que agradecen los favores.

En la parte final de esta labor conté con el apoyo, consejos y observaciones del profesor Günther Schmigalle, quien entre otros muchos materiales, me proporcionó los originales de su edición anotada de las Crónicas desconocidas 1906-1914 de Rubén Darío, las cuales rastreó en los archivos de La Nación en Buenos Aires.

Durante el proceso de elaboración de los diferentes capítulos recibí los certeros comentarios y observaciones de estimados colegas como Francisco Leal, Iván Reyna, Francisco Morán, y Leonel Delgado-Aburto.

La retroalimentación que tuve de mis estudiantes del seminario “Rubén Darío y el Modernismo” en la Primavera de 2011, me sirvió para vislumbrar otras posibilidades de explorar la materia y ampliar mis perspectivas.

En el proceso de edición tuve la asistencia de dos de ellos, José Clemente Carreño y Tim Pilcher, quienes con paciencia y generosidad leyeron los originales, anotaron mis omisiones y me ayudaron a corregir.

Partes de estos textos fueron leídos en paneles y conferencias celebrados en Washington University de Saint Louis, Missouri; en la Universidad de Costa Rica, en San José; y en el Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica, en Managua. Algunos capítulos, antes de llegar a su versión definitiva, fueron publicados como artículos en Chasqui, y La Habana Elegante, en los Estados Unidos; en Revista Centroamericana de la Universidad Católica de Milán; en Intercambio de la Universidad de Costa Rica, y en Nuevo Amanecer Cultural de Managua.

Muy decisivo ha sido para mi labor el sostenido respaldo material e intelectual que me ha brindado como investigador y profesor el Departamento de Lenguas y Literaturas Romances de University of Missouri.

Agradezco a Ellis Library, que me proporcionó cuanta bibliografía y documentación requerí a través de sus valiosas colecciones o por medio de los programas de intercambio con otras bibliotecas de los Estados Unidos y el extranjero.

Mi gratitud al Banco Central de Nicaragua por acoger estas refutables páginas surgidas de la duda como parte de su programa editorial del año 2011.

Nombrar a quienes me brindaron su aliento no implica que quiera descargar en otros lo que es sólo responsabilidad mía.

Ver Video:

Entrevista Esta Semana: Darío para todo propósito. Carlos Fernando Chamorro con Erick Blandón sobre Discursos Transversales (2011).



200 cachetadas al arte narrativo

Por Erick Blandón  

Publicado en La Prensa como Texturas de Omar D’León

¿Texto o textura? Las dos cosas a la vez, cuando ambas son el acabado final de un artista que siendo poeta es con igual intensidad pintor.

El sustantivo latino “textura” remite a la operación de tejer o a la manera de estar pasados unos por otros los hilos o fibras de un tejido, también se llama textura al modo de estar combinadas o trabadas entre sí las partes de un lienzo, que es el campo de fatiga de un pintor.

La sensación que produce al tacto una cosa, tersa o rugosa, se llama textura pero hay textos cuya lectura nos dejan tal sensación, es lo que se experimenta después de leer a Santa Teresa en La Vida o Las Moradas. Así en Texturas. Doscientos Cuentos, de Omar D’León se percibe una trama de palabras que se enuncian como por escritura automática, después de una experiencia mística u onírica y que dejan en el lector la sensación de lisura o pliegue, de una historia múltiple y única. Tesitura trágica de la voz de un narrador que recorre el cosmos, como don Quijote su comarca, en busca de los signos de la analogía. Entrecruzamiento textual o relación constante que las marcas sensoriales tejen entre sí y que al desatar la similitud y los signos, muestra en la superficie a dos personajes y dos experiencias que se encaran uno al otro, según se dice en Las Palabras y Las Cosas .

El narrador en Texturas, de Omar D’León frecuentemente se coloca fuera de la ficción para contar la historia del personaje Omar D’ León, produciendo un efecto desquiciante en el lector que sabe que una tercera persona gramatical no narra, porque sólo la primera puede enunciar. Juego de espejos, en fin, donde la imagen reflejada deforma o hermosea a quien se mira en ella como en un mundo de asco o de maravilla.

Verdad es que a Omar de León se le conoce más como pintor y que su obra plástica se encuentra en muchas colecciones públicas alrededor del mundo: Modern Art of Latin America in Washington D.C., Banco Central y Palacio de la Cultura de Nicaragua, Duke University, Museo Ponce de Puerto Rico, Museum of Latin American Art in Long Beach (MoLAA), Chicago Art Institute y Museo Cuevas en México. Pintura que se resuelve en poesía. Drama de la existencia vivida al borde del precipicio, en el abismo del siglo veintiuno. Sentimiento del arte como culto a la belleza, su única devoción, su más fiel filiación. Por eso en los doscientos textos de prosa narrativa del libro Texturas los colores son las marcas que orientan al errabundo, aun si es de noche en el cosmos.



En la prosa inicial de Texturas titulada Blue, un eco del grito de Mallarmé: “Je suis hanté! L’Azur! L’Azur! L’Azur!”, despunta en la primera página donde el hombre se abre a la inmensidad para fundirse con el cielo. Ahí se entrelazan las dos lenguas de uso cotidiano del poeta: español e inglés. Sus dos realidades agónicas: terrestre y celeste. De aquí y de allá. California y Nicaragua. Angustia dariana de espacios refleja en los países y lugares imposibles, que conforman la toponimia de Texturas. Sensación de estar frente a quien si no es el último de los poetas modernistas, lleva la marca que se prolonga más allá de los periodos generacionales con que el historicismo suele delimitar la literatura. Y es que Omar D’ León, ajeno a todo chovinismo, tiene la impronta del Modernismo, de la Vanguardia, y de las últimas tendencias, de la así llamada Post-Modernidad. Un artista de ayer, de hoy, de mañana, en muda constante.

No hay Darío católico ni conservador

Erick Blandón y el otro rostro de Rubén:


* Fue un abanderado de la modernidad y las ideas de avanzada, pero aquí lo presentaron como un converso al catolicismo, comprometido con los conservadores
* Y ocurrió todo lo contrario: Rubén fue perseguido y víctima de los conservadores, plantea el intelectual
* “Cuando Darío muere, se restaura un proyecto que mira hacia la colonia como una etapa de la que nunca debió salir Nicaragua, de acuerdo con las palabras de Coronel Urtecho”


Por Edwin Sánchez /Tomado de END 18/01/2007

Erick Blandón con otra perspectiva de Rubén Darío, tomado por la restauración conservadora.

140 años después de su nacimiento, Rubén Darío parece más un Universo en expansión que un poeta conocido. Los estudios sobre el panida son más voluminosos que su propia obra completa que siempre es incompleta, pues cada cierto tiempo aparece una carta, un viejo escrito, un poema extraviado y una nueva perspectiva para entenderlo.

Y Rubén, como un santo patronal, con su cofradía y toda la cosa, puede que sea algo así como una religión y ésta, igual a las grandes confesiones de la humanidad, cristiana e islámica --Católica, Protestante y Ortodoxa; Sunita y Chiíta--, parece contar con sus propias divisiones: la patriarcal, evocadora de góndolas, cisnes y oro, y la más cercana al pensamiento de Darío. Y de éstas, otras corrientes.

Hasta ahora, casi un discurso oficial de “la ciudad letrada” ha marcado al Darío identificado por todos. Es el relato conservador que ha colocado a Rubén como un insigne santo laico de nuestra parroquia provinciana, desde donde han oficiado los dariólatras de raíz católica granadina y donde no se permite que ningún dariano pagano pueda entrar a sus sagrados recintos pontificales a cuestionar sus dogmas.

Para ver al renovador de la lengua castellana desde otro ángulo nada oficial, consultamos al crítico y poeta Erick Blandón, cuya exégesis se aparta del argumento ya conocido.

Es profesor del Departamento de Lenguas y Literatura Romances de la Universidad de Missouri, Columbia. Su actual labor es un proyecto de investigación sobre “la crítica de la crítica acrítica dariana”.

La otra lectura

“Leo, analizo cómo fue leído Darío a partir de su muerte en Nicaragua en el contexto de la Restauración Conservadora (1910-1925), de intervención militar. Así fue leído Darío desde una perspectiva antimodernista, apuntó.

Tras su muerte se trató de abolir su subjetividad cambiante. Se presentó a un Darío afiliado a la grey católica. “Desde ahí comenzamos a tener conflicto con la realidad, porque Darío, dice Octavio Paz, era creyente, pero no podemos decir que era cristiano ni siquiera en el sentido dramático de Unamuno”, observa el escritor. (Unamuno planteó sus dudas acerca de tratar el “cristianismo” de doctrina tal, como se habla de platonismo, cartesianismo, y favoreció la “cristianidad”, como la cualidad de ser cada uno Cristo, tal como la humanidad designa la calidad de ser hombre. “La cristianidad hay que definirla agónicamente: Lo sabía San. Pablo, que sentía nacer y agonizar y morir en él a Cristo”).

Sí, era supersticioso, pero…

“Era supersticioso, creía en el más allá, estaba preocupado por esas cosas, pero de ahí a afiliarlo a la Iglesia Católica como pretendieron la jerarquía católica, el gobierno y los intelectuales, es otra cosa. Monseñor Pereira y Castellón dijo que jamás se acercó a la filosofía moderna, lo cual es una negación total de Darío, que es el paradigma de la modernidad en la cultura hispanoamericana”.

Subraya una ilustración para comprender lo que se hizo con el autor de “Prosas Profanas”: “La famosa extracción que le hicieron al cerebro es la representación física de la extracción de la subjetividad, de la psiquis de Darío. Presentaron a un Darío converso al catolicismo, comprometido con los conservadores, cuando fue todo lo contrario: Darío fue perseguido y víctima de los conservadores”.

¿Lo querés rescatar del secuestro que hizo la cofradía católica?

No, esto de la cofradía es parte de lo que dijiste de la ciudad letrada, que ha sido extremadamente conservadora, que es capaz de rasgarse las vestiduras ante los símbolos de la modernidad.

¿Qué entendió Darío por la modernidad? La voluntad de ser contemporáneo con la actualidad. Cuando Darío muere se restaura un proyecto que mira hacia la colonia como una etapa de la que nunca debió salir Nicaragua, de acuerdo con las palabras de Coronel Urtecho.

Después se considera que la independencia y la Revolución Liberal, particularmente, constituyeron un momento de fiesta liberal a la cual no debió entrar Nicaragua de acuerdo con Pablo Antonio Cuadra, y desde ahí se percibe y se lee a Darío tal como se nos ha trasmitido. A mí me enseñaron a un Darío nefelibata --que andaba por las nubes--, y que de repente le cantaba al sol nicaragüense.

Lucha contra antimodernistas

Esto me hace concatenar lo que pasa en España después del desastre con un Darío a la cabeza, enfrentando a las fuerzas antimodernistas, que se van a agrupar, algunos, en lo que después se denominó Generación del 98, que negando la apertura de España a la modernidad, van a buscar en el centro de Castilla la esencia del ser español.

Esto ocurre, con muchos años de retraso, en Nicaragua a partir de los años 40, cuando los intelectuales de la Cofradía del Taller San Lucas (dirigida por PAC), van a las regiones campesinas, donde estuvo asentada la colonia, en busca de la identidad nacional en el folclor.

Si los españoles encontraron a Don Quijote para convertirlo en el símbolo de toda la hispanidad, en Nicaragua los vanguardistas lo encontrarán en el Güegüence y lo convertirán a partir de los escritos de PAC en el símbolo de la identidad nicaragüense.

Esto no sería mal si eso no significara que esa voluntad homogenizante ignora y anula las diferentes regiones culturales y lingüísticas. En España estaban el País Vasco, Andalucía y Galicia, y en Nicaragua, el Norte, el Caribe, las otras lenguas...

El proyecto cultural nicaragüense está concatenado desde una perspectiva transatlántica con lo que estaba llevándose a cabo en España, previo y durante el franquismo. Uno debe establecer las analogías necesarias. Coronel Urtecho proclamó la necesidad de un dictador en Nicaragua, tomando el modelo de Franco.

Ese proyecto político tenía su correlato cultural en el primer proyecto cultural que en España comenzó en 1910, 1913.

En Nicaragua con 30 años de rezago. Ésta es la labor que estoy haciendo: haciendo un estudio de la crítica acrítica de la cultura nicaragüense.

Perspectiva transatlántica

Erick Blandón aseguró que estudia a Darío “desde una perspectiva transatlántica que trata de ver la cultura hispanoamericana tomando en cuenta las dos orillas del Atlántico de habla hispana”.

En “España contemporánea”, advierte, el ensayo lo escribe en el vaivén del Atlántico durante su viaje a España para reportar las consecuencias del desastre de 1898 con la derrota de sufrida por los ibéricos en Cuba y Puerto Rico. Darío va como un reportero a dar fe de esto y termina convirtiéndose en el líder del sector más avanzado de los jóvenes de la cultura de esa época, que entrará en confrontación con las fuerzas conservadores

Friday, January 6, 2012

Del reino escriturario y del oral



MUERA LA REPUBLICA: ¡VIVA LA DIFERENCIA!
MUERA LA REPUBLICA: ¡VIVA LA DIFERENCIA!

Comentario a  Barroco Descalzo
Publicado el 1 de noviembre de 2009






Por Freddy Quezada

Cuando se elige ver las cosas desde la "diferancia" como epistemología, cambiando la "e" por la "a", como hace Derrida en su célebre ensayo fundante, equivalente al cambio de "o" por "a" de las especialistas en género, se corren muchos riesgos. Uno de ellos es que un país se vea literalmente dividido, como cuando los dragones de papel en los carnavales chinos se rompen por el centro, y que una parte de la población se quede con la mitad del nombre y la segunda con la otra mitad, como Chequia y Eslovaquia, por ejemplo. Es como si mañana, los costeños decidieran quedarse, con toda justicia, con el AGUA, y el resto del país, pacífico e interior, termináramos siendo conocidos como NICARA.
La diferencia, mientras rompía con la igualdad y los deberes, liberó una energía caótica en todas las direcciones. Puede ser confundida con las fiestas de Artaud, el carnaval de Bajtín, el caos postmoderno, el escepticismo postcolonial y la hibridez postoccidental.
Apenas las diferencias ganaron cierto consenso y lograron carta de ciudadanía, empezaron oprimir al "otro" vencido, que sólo la víspera era el verdugo o cómplice pasivo del viejo orden. Algunos que han advertido el asunto (que se quejan de no poder llamar a los afroamericanos, "negros"; a las personas con capacidades diferentes, "tartamudos" y "ciegos"; a las personas con opciones sexuales distintas, "cochones" y "marimachas"; al marxismo abierto, "totalitarismo"; al lenguaje ordinario, llenarlo de plecas y vocales alternas) creen, y no sin cierta razón, que es la justicia que ha progresado a costa de la libertad. Un día de estos, Vargas Llosa decía que uno ya no puede escribir nada sino está con el temor de ofender a alguien y se preguntaba si Sábato correría para hacerse perdonar ante los no videntes su célebre obra "Sobre Héroes y Tumbas".
A mi juicio, sin embargo, creo que más bien la diferencia pagó con su triunfo, obligar a expresarnos de forma "políticamente correcta", el precio que exige todo poder: reprimir al vencido. Mientras en el reparto del poder, la política se desenmascaró por el descrédito de la ciudadanía, en el lenguaje se cobró la revancha. Los "afroamericanos", no porque los llamemos así han modificado su situación un ápice, y ya sabemos que estar consciente de una cosa alimenta el dolor de ella pero no necesariamente la resuelve; ni las mujeres han mejorado mucho porque usemos las plecas de marras, a no ser que estemos convencidos de que la conciencia llegada de afuera le agrega algo a los sujetos a redimir. El marxismo pagó con su vida esta equivocación.
Se ha creado entre todos ellos una especie de clase media que habla con un discurso ilustrado de nuevo tipo, pero igual de cómoda y arrogante que la clásica pequeña burguesía, que ya a todos nos tiene sin cuidado recordar, después que la sepultaron los mismos que la creamos. Muchos tienen la piel oscura, pero se mueren por vivir como los blancos; otras, lanzan discursos radicales desde las conferencias internacionales de Pekín y Nueva Delhi lanzando e-mail mundiales para mujeres pobres desde sus laptop de 2000 dólares.
Es la diferencia de la diferencia, que jamás puede ser igual a sí misma pero que, en algún momento de verdad, lo es.
Ahora, la diferencia, en sus excesos, está cobrando el precio del mismo modo que sus enemigos, que no pueden ser "otros", porque es una categoría reservada para "otros", iguales en dignidad, derechos y respeto, es decir, ellos y ellas mismas. Siempre habrá, en estas lecturas, un otro/a, que no es deseable. Es decir, para repetir el error que queremos evitar, habrá diferencias buenas y diferencias malas, como las que un país puede ver entre turistas y emigrados. Así, pues, las diferencias se disparan en dos direcciones: son liberadoras mientras se están haciendo y opresivas cuando están hechas. Entonces no hay diferencia única
Dentro de la tradición de Leonel Delgado (aún muy literario en Márgenes recorridos) y Carlos Midence (todavía muy sociológico en Rubén Darío y las Nuevas Teorías), Erick Blandón nos trae el aparato de los Estudios Culturales y el postmodernismo de la diferencia, para deconstruir nuestros imaginarios nacionales, en particular dos: el Guegüense en el reino escriturario y el Torovenado en el oral.
Todos estos autores coinciden en destacar el poder de la narración como código maestro de deconstrucción en las combinaciones hasta hoy inadvertidas entre los canon literarios y la historia real, tiempo y narración (colonial y subalterna) de los Estados naciones. Las teorías literarias se funden con las filosofías de la historia y el poder que tienen después por medio de los intelectuales como imaginarios de referencias. Un poco como cruzar las perspectivas de Ricoeur y Foucault, e inscribirlas en las nuevas corrientes de los estudios culturales, subalternos y postcoloniales que se desarrollan en las universidades de los países rápidos.
La propuesta de Blandón nos hace ver que los imaginarios nacionales son recursos de poder que usan distintas capas sociales, generalmente letradas, para mantener la cohesión social e identitaria del Estado nación. Darío y Sandino, no escapan a estas lógicas que Blandón centra sólo sobre el Guegüense, un personaje del Pacífico nicaragüense que se impuso a todo el país, bajo el discurso de un mestizaje sepultador de la diferencia étnica, sexual, de género y colonial.
Esta manera exige la solidaridad entre los ilustrados, independientemente de sus contradicciones (como la referida por el autor entre Carlos Cuadra Pasos y Jaime Wheelock sobre Pedrarias Dávila) para inventar las tradiciones (como demostró Erick Hobsbawm) o mantener una comunidad imaginada (como la concibe Benedict Anderson).
El método o los principios que usa Blandón son tributarios del diferencialismo derridiano que elogia las diferencias sean estas de sexo, raza, género, clase o colonialidad. A esta altura me parece, sin embargo, que llega tarde este movimiento que agoniza y ha sido reabsorbido por otras escuelas (como los Estudios Culturales mismos y el postcolonialismo), pero que en Nicaragua son una novedad. Una vez hizo notar Arturo Andrés Roig, uno de nuestros filósofos latinoamericanos más notables, que el barroco es nuestro postmodernismo (una especie de pre- post), y que en ese sentido nuestros teóricos han sido José Lezama Lima y Alejo Carpentier. Así, pues, siempre están llegando tarde a América Latina unas ideas que siempre han estado aquí.
Siguiendo esta línea, hay un aspecto sobre las diferencias que quiero tratar basado sobre lo que dijo hace tiempo otro autor latinoamericano, también considerado pre-postmoderno. "Pensar es olvidar las diferencias" -- decía. En efecto, ver diferencias en todos lados es matar el pensamiento (un perro no puede ser todos los perros del planeta en sus diferencias), pero la operación también mata la memoria, porque las cosas en su unidad siempre son y serán como las recordamos o como nos la contaron la primera vez. Es decir, no podemos ver más que a través de la memoria, es decir, del pensamiento. De ahí que Funes no pueda ser el memorioso, si no, al revés, el desmemoriado y esta es la gran broma que nos gasta Borges, porque Funes, al reconstruir un día entero en dos, no necesita la memoria, porque sólo se pueden ver diferencias sin ella. La memoria es la que permite las comparaciones al medir una cosa con otra e imponerse la que cuenta con el mayor poder de seducción y fuerza. Nadie sabe si Nicaragua es pobre o no, así como nadie conoce el tamaño de su cara, si no es en un cuadro comparativo donde nos imponen los referentes. La realidad sin comparaciones es infinitamente rica en sus diferencias, mata al tiempo, es atemporal al pensamiento y a esa diferencia que compara y mide. Se es lo real. Es.

Thursday, January 5, 2012

Barroco descalzo”: epifanía y discurso



—Leonel Delgado Aburto—
Publicado en El Nuevo Diario 13 de marzo, 2004
Desde los años 1930, la fundación nacional de la cultura nicaragüense ha propuesto a la cultura popular como modelo formal y epistemológico. En la retórica tradicional se argumenta una relación “natural” entre lo popular y lo nacional. Esta equivalencia ha necesitado de cierta ausencia crítica, es decir, la obturación del criterio frente a la naturaleza interesada (por clase, etnia, género y región) del nacionalismo, y sus usos (y abusos) de lo popular.

Es en este contexto que resulta muy importante el libro reciente de Erick Blandón, “Barroco descalzo: colonialidad, sexualidad, género y raza en la construcción de la hegemonía cultural en Nicaragua”. (Uraccan, 2003). Se trata de uno de los más serios y relevantes aportes a la crítica cultural, en un espacio en donde todavía impera el escolasticismo como metodología de estudio y sanción de lo nacional/cultural.
La equivalencia del nacionalismo y lo popular se basa en una idea pedagógica del silencio social. O las culturas populares son mudas por esencia, y necesitan aprender a hablar, o su lenguaje implica una mística, que sólo puede ser enunciada por ciertos letrados. Luego de las turbulencias políticas populares se impone generalmente una retórica de acomodamiento que ensalza el orden, el silencio y el desplazamiento de voces, a través de una batalla cruenta sobre los símbolos. Sobre todo es notorio el esencialismo retórico sobre los subalternos: sensibilidad motivadora y temor atávico.
Es sintomático, por ejemplo, que en La república conservadora de Nicaragua (2003), Arturo Cruz idealice la estabilidad política de fines del siglo XIX, basada en una democracia segmentada, elitista y autoritaria, como modelo histórico válido para el presente. La fijación de Barroco descalzo en la fiesta popular barroca, señala ya una novedad dentro de esta coyuntura de explicación histórica, presentando una crítica del nacionalismo desde la semiología de lo popular, y su significante por excelencia, El Güegüense.
Se precisaría, en general, una genealogía de emergencia sobre cómo ha sido abordado lo popular en la crítica cultural nicaragüense hasta ahora. Como demuestra Blandón, la instalación vanguardista implicó una lectura patriarcal e interesada de un sujeto histórico transparente y de moral dudosa: es la apropiación, manipulación e imposición del Güegüense como símbolo del nicaragüense. En los años sesenta, sin haber desplazado las bases mestizas de la conformación tradicional, se equiparó cultura popular y atraso, en un esquema guiado por la teoría de la dependencia y el desarrollismo («Balcanes y volcanes» de Sergio Ramírez sería la obra clave de tal instalación).

Wednesday, January 4, 2012

Dos caminos para los estudios culturales centroamericanos (y algunas notas sobre el latinoamericanismo) después de “ 9/11”




Por John Beverley
Dos caminos para los estudios culturales centroamericanos (y algunas notas sobre el latinoamericanismo) después de “ 9/11”University of Pittsburgh/ brq+@pitt.edu


Tomado de Istmo 24/ 02/ 04




Recordemos el famoso párrafo de La filosofía de la historia, donde Hegel anticipa (en 1822) el futuro de los Estados Unidos:
Si los bosques de Alemania hubieran estado todavía en existencia, la Revolución Francesa no hubiera ocurrido. Norte América será comparable con Europa sólo después de que el inmenso espacio que ese país presenta a sus habitantes haya sido ocupado, y los miembros de su sociedad civil estén referidos unos a otros. [...] América es por lo tanto la tierra del futuro, donde, en los tiempos que vienen delante de nosotros, el destino de La Historia Mundial se revelará —quizás en un conflicto entre Norte América y América del Sur. Es la tierra del deseo para todos lo que están cansados con el almacén histórico de la vieja Europa.
¿Deberíamos pensar, mutatis mutandis, que el futuro de América Latina como civilización involucra necesariamente un conflicto con los Estados Unidos "en los tiempos que vienen delante de nosotros"? Creo que la respuesta tiene que ser sí.

Si el 11 de septiembre de 1973 marca el comienzo de un largo periodo de restauración conservadora en las Américas (incluyendo a Estados Unidos), periodo que alcanza plenamente a Centroamérica en los ochenta, uno tiene la impresión de que América Latina, por lo menos, entra en un nuevo periodo con el 11 de septiembre de 2001. Señales de este cambio son el triunfo electoral de Lula y el PT en Brasil, la sobrevivencia, contra viento y marea, del gobierno de Chávez en Venezuela, el resurgimiento como frente electoral de la izquierda salvadoreña, la reciente insurgencia en Bolivia que derrocó un régimen fuertemente identificado con Bush, la persistencia del zapatismo, y el casi unánime rechazo de la invasión de Irak por parte del público y la mayoría de los gobiernos latinoamericanos. Si la tónica del periodo anterior era la integración de América Latina con los Estados Unidos bajo el signo neoliberal, la tónica del nuevo periodo se va a definir, o puede definirse, por un enfrentamiento creciente de América Latina con la hegemonía norteamericana, en varios niveles: Cultural, económico, e quizás inevitablemente, militar.

Tuesday, January 3, 2012

El culto a los ancestros garífunas en la televisión nicaragüense1

Por Erick Blandón
blandone@missouri.edu

Publicado en Negritud. Volumen II número 2 invierno 2008 y reproducido en Istmo.

 El empeño de los humanistas hispanoamericanos de comienzos del siglo veinte de incorporar las diferencias culturales preservadas por los indios y afrodescendientes al imaginario cultural de la nación para matizar con un tinte de color la posible monotonía grisácea de sus vidas, en Nicaragua se llevó a cabo igual que en otros países, como un esfuerzo para exaltar el mestizaje hispanoamericano a fin de erigirlo en la seña de identidad homogénea de la nación nicaragüense. Entre los años veinte y cuarenta, la preocupación de la élite letrada, encabezada por los integrantes del Movimiento de Vanguardia, era el rescate del “espíritu latino” que de acuerdo con ellos se había disipado a causa de la independencia de España. En consecuencia, buscaron sus raíces donde había sido mayoritaria la marca colonial y el mestizaje indohispano. La etnia garfuna, entre otras de ascendencia africana que conservaban sus usos y lenguas no europeas, así como los negros de habla inglesa que habitaban las costas del Caribe devinieron residuos de una nación letrada que buscaba el progreso en un orden lineal, y que por su diferencia los consideró para decirlo con las palabras del vanguardista Pablo Antonio Cuadra, un problema “de división lingüística y cultural” (26). La prensa escrita y el libro pasaron de lejos por esas zonas remotas, que con sus diferencias interrumpían el ideal de una nación homogénea en su raza, etnia, lengua y religión; pero lo que no fue hecho por la letra, lo han venido a realizar los medios audiovisuales: mostrar el rostro plural de la nación nicaragüense.
El objeto de este artículo es indagar el rol de la televisión en el rescate y difusión de una de las tradiciones orales y performativas de la etnia garífuna, el Dogú. Me baso en el reportaje de televisión realizado por el periodista Erick Alegría, el cual fue transmitido a todo Nicaragua bajo el título Walagallo, en el programa dominical Esta semana del Canal 2 en Managua, el 14 de Julio del año 2002.


Ahí se da cuenta de los garífunas asentados desde el siglo XIX en Orinoco, comunidad de la cuenca de Laguna de Perlas, al norte de Bluefields, en lo que hoy se denomina Región Autónoma Sur de la Costa Caribe. Se presenta una performance de raíces africanas en una lengua no europea, pero vertida al inglés creole y luego al español, desde la perspectiva del catolicismo, para el consumo de una teleaudiencia mestiza e hispanohablante, ajena al grupo que le dio origen. Por su formato híbrido, entre el testimonio y el reportaje, es importante tener presente las reflexiones de Walter Benjamín sobre el narrador, pero pensando en los nexos que Herman Herlinghaus ve “entre la historicidad moderna de las escrituras, los medios, la tecnología, y los imaginarios de ‘soledad’ y deseos de ‘comunidad’ [...]” (163) a fin de entender si el discurso oral y performativo más trascendental de los garífunas nicaragüenses ha sido preservado por la mediación de los medios de comunicación o si sufre alteraciones a causa de la intervención letrada, tecnológica y mediática.

Erick Alegría explica en su presentación que el móvil inicial de la filmación fue evitar que el Dogú desapareciera de la memoria colectiva de los garífunas, de manera que resalto en mi estudio sus rasgos híbridos, a caballo entre el testimonio y el reportaje. Surgen sí algunas interrogantes sobre el resultado final. Es claro que la intervención tecnológica y mediática hizo que lo transmitido por televisión no fuera, en pureza, el monumento oral y performativo de los garífunas. Podría discutirse que fue convertido en producto de consumo turístico. En consecuencia, aquí cabe interrogarse si los grupos étnicos minoritarios al aproximarse a los medios de comunicación logran preservar su cultura oral o si, por el contrario, esos medios están culminando ahora la tarea que asignaran a la literatura los humanistas latinoamericanos que,
como Pedro Henríquez Ureña, pensaban que en América Latina se harían esfuerzos “para mantener vivas las lenguas locales, y con ello las tradiciones y costumbres que dan sabor a la existencia regional”; aunque al final prevalecerían “las grandes lenguas [de origen europeo]” (48). A mí me parece que la complicidad periodística y mediática permitió a la comunidad garífuna irrumpir en el espacio nacional nicaragüense, como el pariente “ilegítimo” que llega de lejos para quedarse en el seno de una familia que lo había ignorado. Aunque para arribar a ese punto es necesario aproximarse a la historia de los garífunas en Nicaragua reconociendo en su disposición de pactar una habilidad de agenciamiento que les ha permitido sobrevivir como etnia; y luego sopesar los riesgos de transcripción del testimonio televisivo, que como el impreso pasa por la intervención letrada.

Sunday, January 1, 2012

John Beverley en torno a Erick Blandón y Mario Roberto Morales




Por John Beverley/ University of Pittsburgh 
Dos caminos para los estudios culturales centroamericanos (y algunas notas sobre el latinoamericanismo) después de “ 9/11”

Recordemos el famoso párrafo de La filosofía de la historia, donde Hegel anticipa (en 1822) el futuro de los Estados Unidos:

Si los bosques de Alemania hubieran estado todavía en existencia, la Revolución Francesa no hubiera ocurrido. Norte América será comparable con Europa sólo después de que el inmenso espacio que ese país presenta a sus habitantes haya sido ocupado, y los miembros de su sociedad civil estén referidos unos a otros. [...] América es por lo tanto la tierra del futuro, donde, en los tiempos que vienen delante de nosotros, el destino de La Historia Mundial se revelará —quizás en un conflicto entre Norte América y América del Sur. Es la tierra del deseo para todos lo que están cansados con el almacén histórico de la vieja Europa.


¿Deberíamos pensar, mutatis mutandis, que el futuro de América Latina como civilización involucra necesariamente un conflicto con los Estados Unidos "en los tiempos que vienen delante de nosotros"? Creo que la respuesta tiene que ser sí.

Si el 11 de septiembre de 1973 marca el comienzo de un largo periodo de restauración conservadora en las Américas (incluyendo a Estados Unidos), periodo que alcanza plenamente a Centroamérica en los ochenta, uno tiene la impresión de que América Latina, por lo menos, entra en un nuevo periodo con el 11 de septiembre de 2001. Señales de este cambio son el triunfo electoral de Lula y el PT en Brasil, la sobrevivencia, contra viento y marea, del gobierno de Chávez en Venezuela, el resurgimiento como frente electoral de la izquierda salvadoreña, la reciente insurgencia en Bolivia que derrocó un régimen fuertemente identificado con Bush, la persistencia del zapatismo, y el casi unánime rechazo de la invasión de Irak por parte del público y la mayoría de los gobiernos latinoamericanos. Si la tónica del periodo anterior era la integración de América Latina con los Estados Unidos bajo el signo neoliberal, la tónica del nuevo periodo se va a definir, o puede definirse, por un enfrentamiento creciente de América Latina con la hegemonía norteamericana, en varios niveles: Cultural, económico, e quizás inevitablemente, militar.