Wednesday, March 14, 2012

La alegría del descenso en CMR




Texto preparado especialmente para ser leído en la “Mesa Redonda sobre la vida y obra del poeta Carlos Martínez Rivas”, el 15 de febrero de 2012, durante el VIII Festival Internacional de Poesía de Granada 2012
















Mesa redonda sobre la vida y obra del poeta Carlos Martinez Rivas, Iglesia San Francisco, Granada

Parte de la concurrencia a la Mesa redonda sobre la vida y obra del poeta Carlos Martinez Rivas, Iglesia San Francisco, Granada




Erick Blandón Guevara

University of Missouri-Columbia



Se sabía que Carlos Martínez Rivas hizo poesía de denuncia cuando aludió a la corrupción, al miedo y a la tortura de la dictadura Somoza en “Canción de cuna sin música”, pero no se suponía que haría evolucionar su poesía hacia la revolución sandinista, porque se había creído que era un poeta bien instalado en la poesía desentendida de la historia, aunque también se percibía su alineamiento junto a los sujetos excluidos de la historia, cuando interpelaba a quienes representan lo que él definía como el vulgo profano, “Ya sean ricos o pobres; letrados o iletrados; porque –en sus palabras–VULGO PROFANO (PROFANUN VULGUS), es una condición del espíritu, y no situación de clase” . Aquí queremos aproximarnos a la poesía con la que Carlos Martínez Rivas se alinea con los sujetos del margen y denuncia a los poderosos, de izquierda o de derecha; es decir, nos detendremos en el lugar de enunciación de los subalternos presentes en su poesía, esos que habitan los márgenes de la modernidad. Son sujetos que en los relatos maestros –del capitalismo o el comunismo– se clasifican como parias o lumpen proletarios,

Martínez Rivas aprendió de Baudelaire a ver la ciudad como el lugar de la poesía moderna, que era ver el universo de una manera nueva y dolorosa; siguiéndolo, elige el abismo y la derrota para dar sentido y coherencia a su vida . Es casi seguro que todos los aquí presentes saben que en la tercera sección de La insurrección solitaria, titulada “El monstruo y su dibujante”, inició una labor que iba a perdurar por el resto de su vida de creador con el dibujo y diseño de seres anómalos que fluyen como líneas de fuga para avanzar contra las grandes narrativas de la modernidad. Se trata de seres anómalos que si al final se aproximan a la historia, no surgen de ella. Son identidades evasivas que encarnan las objeciones contra el orden y el control social, que no se dejan atrapar por las jerarquías de los cuerpos políticos. Son lo que aquí, por llamarlos de algún modo, identificaremos como sujetos micropolíticos, seres que no ceden su soberanía a las clases, los partidos, la comunidad, el sindicato, la Iglesia, sujetos que se hallan presentes en su obra poética como singularidades descentradas, son identidades que habitan los márgenes donde Martínez Rivas hace florecer su canto.

Monstruos que en su rebeldía, incomunicación y marginalidad actúan como la criatura del Dr. Frankestein, Quasimodo o el Gregor Samsa de Kafka. Identidades monstruosas que tienen un origen diverso, y que no forman parte del “pueblo de obreros y campesinos”, que por virtud de la retórica devinieron clases fundamentales de la revolución sandinista, a cuyo proyecto se adhiere Martínez Rivas desde el margen de las instituciones y los discursos.