Saturday, January 7, 2012

Desmitificando el pensamiento de la oligarquía

Reflexiones del crítico Erick Blandón/ Por Edwin Sánchez

Desmitificando el pensamiento de la oligarquía

Tomado de END 03/04/2007
Si alguien pensó que las rebeldías y sus movimientos fueron cosa del siglo pasado, debería ajustar las piezas para encajar mejor el cuadro de la historia: estamos frente a una rebelión de otro orden, donde el fusil luce anticuado y la pluma se convierte en el arma predilecta y todavía más “letal”: si antes las armas respetaron y hasta protegieron a la oligarquía, en este tipo de guerra del siglo XXI, las plumas no están dispuestas a ser tan condescendientes.

En libros como “Barroco descalzo”, se notan estos nuevos signos de rebelión en el plano más importante de todos: las ideas. Erick Blandón, el autor, subvierte el orden establecido por la vieja ciudad letrada. Si bien, como otros autores, reconoce el magisterio de Pablo Antonio Cuadra, ungido por el pensamiento conservador como el máximo configurador teórico de lo que se ha entendido “el nicaragüense”, Blandón reduce ese “magisterio”, le pone límites y exalta que Nicaragua no es sólo el Pacífico, ni mucho menos el área de Granada, Masaya y Carazo, donde el poeta quiso encoger a todo un país, lo que yo llamaría su Finca República.

El retrato del nicaragüense

El escritor, residente en los Estados Unidos, asume que Matagalpa, por ejemplo, de donde es originario, es otra expresión nacional, que no encaja ni mucho menos en las características con que PAC pintó al habitante nicaragüense.

Blandón va directo a demoler el principal icono con que Cuadra, primeramente, y otros intelectuales se inspiran para ocuparlo de paradigma de todo aquel que se llame nicaragüense: “El Güegüence”.
Erick Blandón cita en el libro que PAC define al “El Güegüence” como “un personaje que el pueblo nicaragüense lleva en la sangre”. Esta concepción, a la que Pablo Antonio le dará vueltas y se reproducirá en un sinnúmero de ensayos y artículos periodísticos, es lo que llama el crítico literario la “laboración discursiva del poeta”.

Fácilmente advierte el escritor matagalpino que este relato fue gratamente aceptado por otros intelectuales, y cita a Julio Valle-Castillo, quien junto a otras “voces refuerzan la descripción de los sujetos que conforman la categoría de nicaragüenses como vagabundos, fanfarrones, picarescos y burlones. Castillo suscribe la tesis de éste y lo llama “el mayor teórico y uno de los configuradores de la nicaraguanidad”.

El discurso hegemónico

Erick se encontrará que su región, el Norte, es “invisible”, o para visibilizarse deberá ajustarse al diseño que desde Granada dictará Pablo Antonio Cuadra. “Nada de nuestras costumbres tenía cabida en la cultura letrada, porque según el discurso hegemónico, nuestro pasado y nuestras tradiciones estaban sintetizados en el mestizaje que se había producido en la zona del Pacífico, y en la versión letrada, el Norte y el Centro eran parte de ese Pacífico, aunque otra cosa dijera la historia, la geografía y las costumbres, las tradiciones y las étnicas”, dice en su “Barroco descalzo”.

Cuando vi al poeta y narrador Blandón, la idea del Güegüence la mantenía en un primer plano entre sus intereses de agudo intelectual. “Vemos a un personaje que usa todas las tretas del débil para defenderse de una autoridad abusiva que representa a un poder colonial”, dijo.

Las cercanías de las festividades de San Sebastián lo provocaban a hablar de la gran obra, pero yo preferí alejarme de ese “discurso” que ordena también ver y hablar del Güegüence sólo durante las fiestas patronales de Diriamba. Trato así de rescatar que es una obra civil, no religiosa, que ni siquiera pudo haber sido concebida por un fraile porque tampoco se siente que fuera un vehículo para catequizar a los indios y mestizos, ni mucho menos.

Lejos de enero, cuando el poeta se encuentra en la universidad norteamericana, y nadie habla de este magnífico producto del siglo XVII que incluye todas las artes, me vienen sus palabras: “Es un hombre --habla del personaje-- que está en condiciones económicas muy críticas y que tiene una familia disfuncional, que debe recorrer y circular por todo un ámbito grande del territorio colonial, pero es sobrecargado por las exigencias abusivas de un representante de la corona que no sólo pide impuesto y tributo, sino que exige ornamentos. Tributos superfluos para satisfacer su vanidad”.

El ascenso del Güegüence

Analizó que el Güegüence se defiende, pero para defenderse echa mano de todo lo que tiene a su alcance. Y sostiene que “el objetivo central del Güegüence es ascender en la escala social y tener movilidad para poder desarrollar su oficio de comerciante”.

Blandón apunta que “mediante esa serie de conflictos va a establecer varios tratos hasta llegar al contrato final que lo va a llevar a la escala superior en la vida social, amarrando el matrimonio de su hijo con la hija del gobernador”.

El crítico subraya: “Ahí está el desarrollo de una trama, hábilmente elaborada y magistralmente concebida. Es una obra que no está en menos de ninguna de las obras clásicas del teatro griego o de cualquier otro. Es auténticamente valiosa, que todavía no se ha estudiado ni conocido lo suficiente en el ámbito del estudio hispanoamericano”.

Sin embargo, el ensayista cuestiona una suerte de fetichización con la obra, como observó tras la declaración de la Unesco como Patrimonio Intangible de la Humanidad. Alguien propuso que “en adelante cada nicaragüense debería de andar con un ejemplar de El Güegüence en la bolsa”, como si se tratara de La Magnífica o la Oración del Puro. Así, dijo, no vamos a llegar a nada.

Estudiar al nica

Desde Matagalpa, reivindicando esa hermosa región, Blandón sugiere que el estudio de la obra “nos puede llevar a las puertas de su comprensión real y aproximarnos más a conocernos como nicaragüenses. En primer lugar, reconocer que El Güegüence es una obra de teatro producida en el área náhualt de Nicaragua”, la Manquesa, desde Nindirí, pasando por Masaya, Los Pueblos, Diriamba hasta Jinotepe.

Esto nos va a permitir identificar el territorio como el núcleo desde donde se ejerció la hegemonía política, económica y cultural de lo que después va a ser Nicaragua, que es donde están asentadas las importantes ciudades del Pacífico, ahí donde se instaló el gobierno para colonizar y dominar después de la independencia el resto del país, precisa.

“El Güegüence nos ayuda a comprender el multilingüismo nicaragüense. Quiere decir que aquí hablábamos, además del español, el náhualt, pero en las regiones como Matagalpa, se hablaba la lengua que dio nombre al departamento, en otras sumo, en Chontales, matagalpa”.

El artista plantea que “El Güegüence” le permite reconocer “mi diferencia cultural con respecto al Güegüence y la zona de La Manquesa. Me pregunto yo: ¿dónde está mi tradición cultural anterior?”

Por eso, cuestionándose desde muy temprano, Erick recuerda que no escuchaba “en mi habla que yo pertenezca a ese sector cultural importante. Esto me obliga a ir a buscar mis raíces, que han estado subsumidas a través de la historia, y no digo que yo descienda de los indígenas de Matagalpa, pero me pregunto dónde está la cultura de los indígenas de Matagalpa, por qué no sale a flote”.





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